Cuando llevas varios años viajando acabas acumulando un montón de anécdotas viajeras que acabas contando una y otra vez cuando te lo piden (¡sí, sí, todavía nos lo piden! Ya mismo nos pedirán que no lo volvamos a contar…) o cuando nos reunimos varios y empezamos a contar batallitas como los abuelos.
Nosotros siempre pensamos que la gente es buena y que siempre están dispuestos a ayudar, supongo que alguna vez nos equivocaremos y nos llevaremos un palo pero hasta hoy siempre que hemos preguntado o nos han visto con cara de perdidos nos han echado una mano.
Trenes, trasbordos y despistes
En Lisboa, teníamos el hotel en la zona de la Expo y teníamos que volver desde la zona de los Jerónimos. En la estación de tren de Belén mirábamos el mapa de ferrocarriles atentamente para ver cómo lo íbamos a hacer. De repente, un señor empieza a preguntarnos de dónde éramos, si nos había gustado la torre de Belén y el monasterio de los Jerónimos. Al final de la conversación, le decimos que si nos puede decir qué línea va a la zona de la Expo ya que habíamos venido por otro lado. Pues nos invitó al tren, como teníamos que hacer un transbordo, se bajó del tren, nos acompañó a través de puentes y túneles, nos sentó en el que nos llevaba al hotel y cuando le dijimos que tomara asiento con nosotros, aquí viene la sorpresa, nos dice que no, que tiene que volver al otro tren que tiene que continuar su camino. Nos tiramos andando entre trenes por lo menos 20 minutos para cambiar de línea y este hombre lo hizo con una sonrisa sin pensar que después tenía que volver a hacerlo para atrás. Siempre lo recordaremos como un gran gesto.
El último día que estuvimos en Turquía queríamos ir a ver San Salvador de Cora en Estambul . Sabíamos que teníamos que coger un tranvía y después el metro porque se encontraba bastante alejado del hotel. Nos fuimos al andén del tranvía donde estaba la taquilla y como el turco lo sigo teniendo oxidado, saqué mi mapa y se lo puse en el cristal señalando la mezquita, el taquillero me pidió un par de monedas y nos dio nuestros boletos. No teníamos ni idea de dónde teníamos que bajarnos, así que al primer hombre que tenía a mi lado, le volví a enseñar mi mapa. Al ver, que nos nos entendíamos en lo que nos explicaba se volvió y grito algo en turco en medio del vagón. De repente, se vuelve un chaval y nos pregunta en castellano: “¿Os puedo ayudar?”. Después de indicarnos donde teníamos que bajarnos, nos explicó que el anterior había preguntado a voces si alguien hablaba castellano o inglés. Cuando llegamos a la estación la mitad del vagón, nos hacía señas para que nos bajáramos. Nos reímos mucho ese día.
Otro momento viajero, fue cuando íbamos de Kyoto a Nara. Nos levantamos temprano para ir a Nara a pasar el día. En principio, es fácil ir de una ciudad a otra por la calidad y cantidad de trenes que unen todo Japón. De camino nos paramos en Inari para ver las famosas puertas toris.
Aquí empezó la aventura, compramos nuestros billetes en perfecto japonés, con la famosa técnica de enseñar la guía/mapa y el taquillero nos dijo algo que no entendimos. Como se suponía que iba a ser un trayecto largo, nos pusimos a escuchar música y a jugar con una DS. De pronto, una señora mayor empieza a hacer gestos para llamarnos la atención, así que con cara de sorpresa, me quito las cascos y la oigo decir: “Nara, Nara” y a señalarnos la puerta abierta del tren. Como veía que no nos enterábamos, se puso delante de la puerta para que no se cerrará y prácticamente nos sacó del brazo. Menos mal, porque lo que nos quiso decir el taquillero es que teníamos que cambiar de tren si no queríamos irnos al quinto pino. Desde aquí quiero agradecer a esta señora que nos echara.
En Japón aprendimos también, lo que es la puntualidad. Si el tren bala sale a las 10:32, es a las 10:32, no a las 10:30. De Kioto a Tokio fuimos en Nozomi ,el tren bala por excelencia, compramos los asientos reservados, para ir más tranquilos. Llegamos a nuestro andén a las 10:25, y le preguntamos a un revisor si estábamos en el sitio correcto, este hombre nos dice que sí. Aquí empieza nuestra odisea. Cuando un japonés, te diga a las 10:32, son las 32, no las 30, porque si te subes a ese tren, te equivocas y tienes que hacer medio viaje de pie.
Menos mal, que también iba para Tokyo y tienen que estar muy acostumbrados porque lo primero que nos dijo el revisor fue “Don´t worry” iros a los vagones de la gente sin reserva. Eso sí, después de discutir con los dos pobres abuelos que estaban sentados en “nuestros asientos” y nos miraban con cara de “¿Qué dicen estos guiris?”
Estas son las primeras que vamos a publicar, hemos tenido que ir dividiendo la entrada sobre anécdotas viajeras en varias porque esto parecía el libro gordo de Petete.
¿Os gusta que os contemos nuestras anécdotas?. Cuéntanos las tuyas en los comentarios para que nos riamos todos juntos.
- Un día en Toulouse - 10/08/2022
- Confinados pero volveremos a viajar - 23/03/2020
- París en el inicio del siglo XX - 06/11/2019
Da gusto encontrarse con gente buena en el mundo, que todavía ayuda a los demás a cambio de nada. La verdad es que nos sorprenden gratamente ¿porque no estamos acostumbrados a ese trato? Yo también he tenido “ángeles” salvadores de último minuto, por ejemplo en Salzburgo buscando alojamiento, no había nada porque era agosto en pleno festival. Se hizo de noche, un pueblo a las afueras… Desesperados paramos en un bar a tomar una cerveza y un señor que estaba allí tomando otra entablamos conversación y acabó llamando él con su móvil personal a un amigo que conocía a otro amigo que tenía un hostal en el pueblo de al lado y nos llevó en su coche hasta allí… Y el hostal increíble, de bonito y barato. Yo le hubiera dado de besos jejeje
Un abrazote de la cosmopolilla
Gracias por tu comentario Patri.
Menos mal que al final encontrasteis sitio para descansar, apareció vuestro “ángel” en el momento preciso.
Yo tampoco entiendo porque no siempre damos/recibimos ese trato nos haría la vida más fácil a todos.
Saludos
Jajajaja, tengo que reírme. Cuántas historias de trenes, la verdad. Recuerdo una vez los pies de un viajero casi en mi reposabrazos, y nada, que no había manera de que entendiese que me molestaban. Otra vez que iba leyendo tan ensimismada que me pasé de estación y cuando levanté la vista estaba el revisor frente a mí y el tren en la cochera y la última fue aquí en Italia, una odisea porque una huelga, una de tantas, nos dejó sin tren un domingo por la tarde y había que buscar una solución. Nos acomodaron en dos trenes diferentes. Al final llegamos, tarde pero llegamos.
Hola Carolina,
Jajaja, lo de la cochera es buenísimo. En los trenes pasa de todo, tanto bueno como malo.
Gracias por el comentario.
Menos mal que hay gente amable por el mundo y te ayudan cuando te notan perdido… una bendición para el viajero.
Gracias por el comentario Netikerty,
La verdad es que si. Desde que nos pasan estas cosas nosotros estamos más pendientes de los extranjeros por nuestra ciudad por si podemos ayudarles.
Sus anécdotas del tren me sirvieron para desarrollar una predicacion como introducción que estaban en un tren y el señor les habló de otro y y cuando le dijeron que si se iva a quedar el dijo me voy en el otro crei aue en la vida real suele suceder esto soy de Costa Rica