Esta mañana nos hemos levantado a la hora de siempre, nos ha costado un poco madrugar pero como todo esta muy cerca no importa demasiado.
El itinerario de hoy va en función de la cercanía al hotel. Empezamos por la mezquita de Suleymaniye para continuar con el Palacio de Dolmabahçe para terminar en la Torre Galata camino del hotel.
Para llegar a Suleymaniye Cami (Cami es mezquita en turco) atravesamos una universidad que tiene un campus precioso lleno de jardines y zonas verdes.
Esta mezquita es la más importante de Estambul porque en ella están enterrados Suleiman el magnífico, su esposa Roxelane (la de los baños de una entrada anterior) y varios de sus hijos (según mi padre:”Los sultanitos”).
Este hombre era rico para aburrir y construyó una de las más grandes y espectaculares en su momento. Es muy bonita pero000 a nosotros nos ha gustado más la mezquita azul.
Para acortar camino hacia los muelles donde coger el ferry para ir a Besiktas decidimos que lo mejor que podíamos hacer era bajar por la parte de atrás de Suleymaniye y nos metimos en un barrio donde los niños pequeños corrían medio desnudos por la calle con la cara llena de mugre y mocos, algunas casas se usaban como almacén de reciclaje de plásticos, las casas eran de estilo otomano y algunas medio caídas o quemadas. La gente que había nos miraba como diciendo: “¿Donde van estos dos turistas?.
Después nos enteramos que era uno de los barrios más humildes de esta zona, una especie de barrio marginal, para la gente que conozca Málaga, la Palmilla Turca.
En el muelle de Eminönü (Eminonii, se pronuncia) cogimos el ferry que primero hace escala en Usküdar (zona asiática) donde ya estuvimos, le preguntamos a uno de los marineros si teníamos que desembarcar y no era necesario. En estos ferrys puedes aprovechar y tomarte un te mientras cruzas el Bósforo.
Palacio de Dolmabahçe
En la entrada vimos el cambio de guardia.
Al entrar al palacio debes decidir si quieres hacer fotos dentro porque te cobran para poder hacerlo. Es poco dinero pero tienes que pagarlo para hace cualquier fotografía.
Además como no puedes hacer la visita por libre, te llevan en plan borrego revisan que tengas la cinta en tu cámara constantemente.
El palacio es de estilo europeo barroco con toques de lujo árabe y habitaciones propias de esta zona del mundo. A nosotros la visita se nos hizo muy pesada porque no puedes ir a tu ritmo. Como curiosidades que nos gustaron, vimos una lampara de 4,5 toneladas, una barandilla de una escalera hechas de cristal, la enorme cama del sultán que hizo el palacio de Dolmabahçe porque era un hombre de 150 kilos y 1`95 cms de altura al que le gustaba la lucha, y que la habitación de la madre del sultán estaba al lado para controlar que mujeres del harem entraban y salían del cuarto de su hijo.
La famosa Cama:
La lampara:
Y la escalera:
También hay un par de habitaciones que ocupó Ataturk (El padre de la nación turca) que son mucho más sencillas y europeas que las demás estancias.
Como estaba muy cerca, visitamos la mezquita de Dolmabahçe, coincidió con la llamada al rezo pero este muecín más que hacer una llamada musical como hemos escuchado a miles, la gritaba y parecía que ya tenía cerca la jubilación.
Queríamos ir a la plaza Taskim. Como todavía nos acordábamos de la cuesta que subimos el otro día buscamos un taxi pero no encontrábamos ninguno. Justo cuando empezamos a subir la cuesta, uno que iba cargado avisó a un compañero y paró en medio de la carretera para recogernos.
Nada más llegar a la plaza buscamos un sitio donde comer. Lo de la comida en Estambul es una delicia. Yo pedí un kebap al plato e Ismael un Iskander Kebap que le encantó.
Después de reponer fuerzas decidimos que el postre nos lo compraríamos por la calle para probar algo diferente. Vimos a un señor vendiendo una especie de bollitos que sacaba calentitos de una especie de olla donde los mantenía guardados. Ismael se le antojo pedir un par de ellos sin saber de que eran.
Al pegarle el primer bocado nos dimos cuenta que de postre nada de nada, estaban rellenos de carne y verdura, además estar muy especiados y picantes. Por supuesto, que nos los comimos y estaban muy buenos.
Rodando calle abajo porque eso ya no era andar, nos compramos un CD de música típica turca para atormentar a la familia con las fotos.
Habíamos leído que las vistas desde la Torre Galata eran preciosas, sobre todo al atardecer. Como llegamos temprano hicimos un primer visionado y nos tomamos un te en el mismo bar que hay dentro para subir después otra vez.
Si tenéis oportunidad no os las debéis perder, conforme el sol va ocultándose el cielo va cambiando de color y la luz que se proyecta sobre el palacio de Topkapi y la mezquita azul hace que parezca algo “especial”. Estuvimos allí haciendo fotos hasta que se oscureció del todo.
El Bósforo desde la Torre Galata al atardecer:
Para volver cogimos el tranvía que nos dejo en la puerta del hotel para no tener que dar la vuelta que dimos el día 2.
Queríamos ir a un Hamman. En los tradicionales un día van los hombres y otros los mujeres o a diferentes horas o en diferentes espacios y la verdad no nos apetecía hacerlo por separado. Por suerte, en el hotel podíamos hacerlo juntos y así lo hicimos. En teoría debes ir sin ropa, pero como somos pudorosos nos dejamos los bañadores. Para empezar te meten en una sauna para abrirte los poros, el pobre Ismael, iba a morirse allí dentro pero aguantó el pobre. Después te meten en una sala donde te tumban un pedestal de mármol donde empiezan a echarte agua fría y caliente, a la vez que te van frotando con unos guantes para eliminar toda la piel muerta que tengas. Cuando ya creen que te han dejado como un jaspe, empiezan a echarte espuma y más espuma para después masajearte para que te relajes totalmente. Para finalizar te van echando agua cada vez más fría para cerrarte los poros, según Ismael a el le echaron directamente agua helada. Conmigo fueron más benévolos y era más templada.
Cuando terminan te envuelven en el albornoz y tienes que estar unos 20 minutos tumbado relajado. Ismael nada más sentarse ya se quería ir porque eso de estar quieto no va con él, yo casi me quedo dormida. Lo mejor de la tarde fue cuando estando allí en las tumbonas en plan contemplativo llego una extranjera, nórdica, para más señas, delante nuestra se desnudó y se metió en la sauna. Ismael no sabía donde mirar porque no quería incomodarla pero cuando terminó se tiró justo delante suya como si estuviera en la playa, sin ocultar nada. Teníais que verle la cara al pobre.
Nos cambiamos pero todavía no teníamos hambre ni ganas de salir, así que nos fuimos a la cafetería del hotel a ver con los demás turistas el Chelsea-Liverpol. Cuando nos quisimos dar cuenta, salimos al kiosko de kebaps del otro día pero ya habían cerrado. Hoy tocaba cenar galletas de las que llevamos en la mochila.
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Diosssss, ahora, además pones ies sin puntos, esto es un trabajo de profesionales, voy a empezar a cobrar.
Ay qué envidia, lograste subir a la torre Gálata al atardecer… Yo no. Fuimos hasta allí y había mucha cola y sólo podían pasar hasta cierto número y los que habíamos llegado más tarde nos tuvimos que marchar. Pero bueno, para la próxima vez que vaya a Estambul, que volveré ya que es una ciudad y un país que me fascina. Un abrazo de la cosmopolilla.
Gracias por el comentario Patri.
Tuvimos suerte. También fuimos en Abril que no había masificación de gente. Al día siguiente volvimos a pasar y había cola.
Gracias por el comentario.
Las fotos son muy bonitas y lo del Hamman me ha dado mucha envidia jejeje
Muchas gracias Netikerty.
Lo del Hamman tuvo su gracia. A mi me echaban el agua congelada y a Manmely templada, fue un poco injusto. 🙂
Nosotros cenamos en el faro que está justo en el medio del Bósforo, accesible solamente por barco, espectacular y romántico más no poder!
Gracias por el comentario.
No sabía que hubiera un restaurante allí.
¡Qué curioso!