¡El gallo!
Fue lo que gritó Mari Carmen mientras daba un volantazo, quién iba a pensar que ese animal delgado y con mala cara nos iba a marcar las siguientes horas de nuestra vida.
Maldito gallo, que decidió meterse debajo de nuestro coche aquella mañana que había empezado agradablemente desayunando en Santa Clara mientras un colibrí libaba néctar en las flores que nos rodeaban.
Maldito gallo, con lo tranquilos que íbamos cruzando el parque natural de Topes de Collantes donde pensábamos hacer fotos a la naturaleza cubana. En un recorrido que no debía de durar más de 3 horas ó 3 horas y media con las fotos, acabó alargándose a las 7 horas.
Maldito gallo, que ni para un caldo valías por lo pequeño y delgado que eras. Conseguiste que siempre te recordemos.
El incidente
¡El gallo!
Meneo del coche, risas nerviosas, comentarios del rápido movimiento que hizo el ave y después un ruido continuo: “Chum Chum Chum Chum”. Bajamos la ventanilla porque pensábamos que venía de fuera y efectivamente se producía fuera. Concretamente en la rueda trasera derecha. El coche iba balanceándose y generando el molesto Chum Chum.
Habíamos pinchado en la selva en medio de un parque natural rodeados de palmeras y cafetales. Mi primer pensamiento fue: “Menos mal que revisamos la rueda de repuesto y el gato antes de salir”.
Nos apartamos al lateral de la carretera, en un llano con una cabaña cerca y nos pusimos manos a la obra. En 10 minutos estaríamos otra vez camino de Trinidad. Abrimos el maletero y sacamos el equipaje para acceder a la rueda y al gato.
El gato no tenía buena cara, la verdad. Cada vez teníamos más claro que el coche de alquiler había estado sumergido, o por lo menos en parte, durante el último huracán que azotó la isla, estaba un poco oxidado pero cuando le daba a la manivela se movía con pereza.
Lo metimos debajo y levantamos un poco el coche. Parece que funciona, lo bajamos para ayudarnos y que la rueda no girara. Empezamos a quitar las tuercas a base de usar nuestro cuerpo como contrapeso y una a una fueron cediendo. Amigo, hay una que está cabezona y no sale. Me subo yo, se sube Mari Carmen, saltamos sobre la palanca y no había manera. Qué forma de sudar, madre mía. ¡Maldito gallo!
Cuando ya llevábamos 40 minutos erre que erre, de la nada aparece un señor mayor con una larga tubería y me pide que me aparte. Coloca la tubería en la palanca y de un empujón consiguió lo que llevaba intentando un buen rato. La última tuerca estaba suelta por fin.
Qué alegría. Sólo faltaba volver a levantar el coche con el gato, poner la rueda de repuesto, apretar las tuercas y … ¡qué equivocado estaba!
Después de darle las gracias a este señor, empezamos a darle a la manivela. Yo le daba un rato, Mari Carmen otro rato, otra vez le daba yo e incluso el paisano que se quedó por allí nos daba un relevo pero el coche casi no subía.
En uno de los relevos, me levanto y veo que ha empezado a llegar gente. No sabíamos de dónde habían salido pero parecía que éramos el entretenimiento de todas las personas que estaban por allí cerca. En un momento, había 14 ó 15 personas observando cómo echábamos la gota gorda para elevar el chasis y poder poner la puñetera rueda de repuesto.
Nuestro amigo me dice que cómo no se me había ocurrido poner una piedra debajo del gato, que estábamos sobre tierra húmeda y que en lugar de subir el coche se iba hundiendo cada vez más. Yo que sé. El gato tampoco colaboraba y parecía que entre el óxido que tenía y el maltrato que le estábamos dando no progresaba nada con nuestros esfuerzos.
Ya no nos quedaba agua y bromeábamos diciendo que íbamos a tener que pasar la noche en el coche. El hombre nos ofreció su humilde casa y cuando escribo humilde era porque eran 4 troncos con un techo de hojas de palmera.
La llegada de nuestro héroe
Por medio de la carretera, vienen hacia nosotros dos personas montadas a caballo. Uno de ellos con una camiseta de tirantes y una gorra pero la otra parecía que acaba de salir de una película del Oeste. Botas de punta de cowboy, unos vaqueros desgastados, con la camisa abierta y su sombrero a lo John Wayne.
Con una sonrisa, me dice: ¡Esto lo vamos a RESOLVEL!
No teníamos ni idea del significado de esa frase. Inmediatamente si hizo el amo de la situación. Me apartó de la palanca del gato mientras me daba instrucciones de cuáles iban a ser los siguientes pasos. En la cartera tenía un pequeño aparato que servía para desmontar el interior de la válvula para poder llenarla de aire con cualquier inflador aunque fuera rudimentario.
Nuestro nuevo héroe le daba con energía al gato pero no conseguía nada. De pronto, el coche sube lo suficiente para que pudiéramos sacar la rueda pinchada. Meto las manos detrás para tirar de ella y me pincho con los alambres interiores del caucho del neumático.
¡Cómo debía estar la cubierta! cuando nos dieron el coche en la empresa de alquiler para que acabara así.
La ira me tomó por completo y solté tres o cuatro tacos que dejaron a nuestro público sorprendidos. Me enfadé muchísimo con que entreguen coches en pésimas condiciones a turistas para que recorran una isla tan bonita como es Cuba con el peligro de que revienten como la nuestra por un volantazo (!Maldito gallo!) o con cualquier bache lo que no es difícil porque hay muchos y enormes.
Me calmé y saqué la de repuesto. Mira que la había revisado y pensaba que estaba bien. Pues no, lo que estaba era dura y cristalizada. En el momento que la colocamos en el coche después de medio apretar las tuercas y bajarlo la llanta se quedaba a un dedo del suelo.
El vaquero nos dice que si vamos a Trinidad con esa rueda no llegamos y que habría que inflarla. Que no nos preocupáramos que lo resolvería, otra vez el verbo resolver.
El hombre mayor desaparece mientras intentamos subir otra vez el coche con el gato y vuelve con un inflador de bombeo. Nuestro amigo sonríe y me dice que lo intentemos. Desmonta la válvula y aprieta la goma del aire contra ella. En mi primer empujón, se salió la goma del inflador y a tomar por saco todo.
Mari Carmen me miraba, yo a ella y el vaquero nos contaba que había sido policía y que le encantaba ayudar a la gente. Cada vez teníamos más público pero ninguno aportaba nada.
Decidimos, bueno, decide nuestro samaritano que hay que sacar la rueda “buena” e ir a buscar un compresor. Un compresor en medio de la selva…. Realmente dijo: “Hay que buscal un complesol para resolvel la situación”.
El hombre mayor que llevaba un rato desaparecido. Nos dice que un vecino tiene uno pero que no se puede mover. Pensamos en ir con el coche pero nos dice que no llegamos porque es un camino y además la casa está en lo alto de un montecito con piedras. La rueda no aguantaría.
Eso nos da energía y nos ponemos a darle con brío al gato a ver si podemos hacer que vuelva a subir. Cuando parecía que aquello prometía el coche hizo un movimiento raro y estuvo apunto de caer encima del vaquero y su amigo. Nos llevamos un buen susto, la verdad. Lo que menos queríamos es que alguien se hiciera daño.
Mirábamos a los lados y esto es lo que nos rodeaba:
No sabíamos qué hacer. Pensamos que podríamos parar un camión que a lo mejor llevaba un gato industrial o por lo menos que funcionara pero en las más de 4 horas que llevábamos allí habían pasado un camión, un autobús y un par de coches.
A los 15 minutos pasó un camión y no paró. Ya me veía durmiendo con Mari Carmen a un lado y el señor mayor al otro mientras compartíamos sábana. En ese momento otro coche de alquiler apareció, lo miré sin mucha esperanza mientras pasaba a nuestro lado suponiendo que pasaría de largo. Suena un frenazo y una cabeza aparece por la ventanilla preguntando: ¿Os podemos ayudar?
Salí corriendo y les pregunté si tenían un gato elevador que funcionara. Guillem, que así se llamaba el conductor, salió del coche y me ofreció el suyo. Nada más cogerlo, tan nuevo y brillante, ya sabía que podríamos salir de aquel atolladero.
Tatiana también bajó del coche para interesarse por nuestra situación y hacernos compañía mientras usábamos el gato. Nada más llegar a nuestro coche, el vaquero me quitó de las manos el nuevo artilugio y empezó a darle a la manivela. Ni 2 minutos tardó en levantar el coche y poder sacar la rueda de repuesto de donde la habíamos colocado.
Ahora sí que parecía aquello una feria. Cuatro turistas, dos caballos, un gallo, un perro, dos coches de alquiler, dos maletas y 15 ó 20 locales. Nuestro amigo se llevó la rueda con el señor mayor buscando al vecino que tenía un compresor.
La desaparición del héroe
Mientras se iban nos quedamos los cuatro españoles con todos los que habían ido a mirar. Uno de ellos nos explicó que la mayoría de ellos se dedicaban al cultivo del café o a la reparación de carreteras. Nos enseñaron plantas de café e incluso Guillem estuvo en la cabaña de nuestro amigo.
Pasaron 30 minutos y allí no volvía nadie. El amigo del Vaquero dijo que iba a ir a buscarlo y a Guillem no se le ocurrió otra cosa que pedirle si podía acompañarlo en el otro caballo y por el camino desaparecieron.
Pasaron otros 15 minutos y ya se había todo el mundo. Bromeaba diciendo que nos habían robado la rueda y Tatiana dijo que a ella la habían dejado sin marido. Un cuarto de hora después ya empezamos a preocuparnos de verdad. Ni un ruido, las maletas en el suelo, el coche apoyado en los gatos y nosotros solos.
De pronto, aparece nuestro vaquero con una sonrisa en la cara y la rueda al hombro. Creo que incluso sonaba una canción de telenovela anunciando la llegada del galán de turno. Guillem subido al caballo con el amigo del vaquero, el señor mayor y mitad de la gente que había antes. Faltaba la banda de música.
En un momento, la rueda estaba colocada y bajamos el coche para ver cómo se quedaba. Resulta que el caucho estaba pasado, incluso tenía grietas. Nos comentan que no nos fiemos de la rueda y que en la siguiente gasolinera intentemos meterle más aire pero sin pasarnos porque no aguantaría.
El compresor que usaron era muy antiguo y se calentaba. Podían inflar 10 o 15 segundos y parar el doble de tiempo para que se enfriara por eso tardaron tanto y la rueda no tenía suficiente aire dentro.
¡Qué alivio! Íbamos a poder salir de allí.
Después de agradecerles todo su esfuerzo y trabajo, les ofrecí un par de billetes para que se tomaran algo. Nuestro amigo el vaquero lo rechazó diciendo que había sido un placer ayudarnos. En cambio, el señor mayor se lo metió en el bolsillo rápidamente, los 5 euros que le di suponían una cantidad importante para ellos.
Guillem y Tatiana se ofrecieron a hacernos compañía hasta Trinidad pero le dijimos que mejor fueran saliendo y así no les pillaba la noche.
Llegamos a Trinidad, después de no poder inflar la rueda y con un pestazo a freno quemado que inundó el coche cuando bajábamos de la sierra hacia la ciudad.
El significado cubano de resolvel/resolver
Esta es la historia de cómo un viaje de 3 horas se convirtió en más de 7 u 8 horas por culpa de un gallo y aprendimos que resolver en cubano significa buscarte la vida para solucionar los problemas que nos encontramos en el día a día.
Estos fueron nuestros héroes cubanos:
Después no paramos de encontrarnos con Guillem y Tatiana en cada ciudad en la que parábamos, lo curioso es que no quedábamos. Disfrutamos de momentos y cenas con ellos que siempre recordaremos.
¡Maldito Gallo!
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