Al final, me meo. Mira que cuando estábamos en la plaza Taksim de Estambul tenía esa sensación de desasosiego que anuncia que tengo que ir al baño pero decidí que ya entraría cuando paráramos a tomar té.
¿Quién iba a pensar que el famoso hotel Pera Palace iba a estar cerrado por reformas?
Un hotel famoso porque en él, Agatha Christie escribió el asesinato en el Orient Express y lo conservan como si no hubiese pasado el tiempo desde entonces.
Ya no sé cómo cruzar las piernas y por aquí está todo muy oscuro, no se ve un bar, un restaurante ni siquiera una tienda. ¿Cómo es posible que pasáramos del bullicio de la Torre Galata y alrededores al máximo silencio en apenas 10 minutos? ¿Tanto nos hemos despistado?
Mira que cuando paramos en el escaparate de una tienda de instrumentos le dije a Ismael: Deberíamos ir pensando dónde vamos a tomar té que estoy empezando a estar molesta. Pero entre la gente, la vista del Bósforo y las tiendas se me olvidaba y como pensábamos que estaba cerca, continuamos paseando.
La Avenida de İstiklal es muy entretenida y divertida, está llena de personas comprando, paseando, comiendo o tomando el té en multitud de tiendas, bares y restaurantes. El tranvía la atraviesa con un lento traqueteo pero mientras no va pasando dejando y recogiendo pasajeros a su paso, la avenida es peatonal y puedes pasear tranquilamente.
Pensé, ¿y si me pego a la pared y me lo hago encima? Es que ya no aguanto… Llevamos una chaqueta que me liaré a la cintura y se acaba este sufrimiento porque a ver quien se baja los pantalones en un país musulman y le enseña el culo a la luna para hacer pipí. Ismael se pone delante y que pase lo que tenga que pasar. YA NO AGUANTO MÁS. Pero no, ¡no puedo hacer eso!
A Ismael le acaba de cambiar el gesto y señala una pared. ¿Será verdad? Parece que con azulejos pone WC en grande. No puede ser. Se acaba de ir corriendo y me hace gestos. Si no me puedo casi mover, en un movimiento se me escapa.
Llego, seguro que llego. Me hace pasar por una puerta y me guía hasta unos baños.
¡Qué alivio! No imaginaba que en este viaje a Estambul iba a pasar por una situación tan desesperada. Tanto té, tanto té tiene sus consecuencias.
¿Cuánto tiempo llevo aquí? Parece que no voy a acabar nunca. ¿Dónde habré entrado y con quien estaba hablando Ismael? Al pobre ni lo he saludado.
¡Qué raro es el baño éste! Tiene como bancos con grifos en la pared, está a una altura baja como si te sentaras en cuclillas y delante un lavabo pequeño.
Por fin, después de recomponerme y arreglarme un poco, salgo y están charlando animadamente. Nada más verlos le doy las gracias al joven que nos invitó a entrar e Ismael me explica que estamos en una mezquita de barrio. El señor que nos dejó entrar es el almuecín (la persona que hace la llamada a la oración en las mezquitas) y nos invita a visitarla.
Le volví a agradecer que me dejara entrar al baño y entonces me cuenta Ismael que saco de allí a dos o tres hombres que se estaban aseando para dejarme entrar. Quisimos dejarle una propina pero se negaba y no paraba de decir que era hospitalidad musulmana.
Nos guía por una pequeña puerta y llegamos a la sala de oración. Se nota que es una mezquita de barrio porque es poco más grande que un salón, no creo que entren más 40 ó 50 personas. Pero yo no podría rezar aquí, las mujeres tienen una especie de tarima elevada para que no se mezclen con los hombres.
Estamos comentando su día a día y nos pregunta si queremos escucharle hacer una llamada. ¡Pues claro que queremos! ¿Cuándo tendremos otra oportunidad de escuchar a menos de dos metros una llamada al rezo?
Los dos estamos con la boca abierta escuchando a este hombre concentrado en hacernos llegar lo más profundo de su fé. Un momento que recordaremos siempre y que nos lo ha proporcionado la desesperación de no encontrar un sitio donde hacer pipí.
Espero que os haya gustado el relato. Esto nos ocurrió el segundo día que estuvimos en Estambul, os dejo el diario por si queréis continuar leyendo: Estambul día 2, Transbordadores, la zona asiática, la plaza Taskim,…
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Hola, jejejej ese episodio me pasa a mi cada vez que vamos de viaje a algun sitio, pero claro yo soy hombre y al final siemrpe se encuentra un rincon donde aliviar, para las mujeres es mas dificil siempre…aqunque nunca comprendere la mania de cobrar en los baños publicos de casi todos los sitios que hemos visitado….pero cuando uno esta en ese plan como si te piden un brazo jejejejej… por cierto muy amigable y cordial el de la mezquita…tiene que ser un viaje muy bonito, pero la verdad la diferencia de cultura nos hecha para atras a la hora de hacerlo nosotros…. en fin de todo en todos … saludos.